Andoni SÁENZ DE BURUAGA, Universidad del País Vasco y Asociación Vasco-Saharaui de la Evolución Cultural
Son muchas y muy variadas las formas y gestos de solidaridad que, desde décadas, han venido manteniendo el Pueblo Vasco y el Pueblo Saharaui.
La difícil y extrema situación en que se desenvuelve una población aglutinada en torno a los Campamentos de Refugiados de Tindouf (Argelia) —un hecho que ya ha cumplido los 40 años—, ha exigido la puesta en marcha de medidas urgentes de cooperación humanitaria en ayuda de ese colectivo social.
Campos de actuación solidaria, como el de la alimentación o la sanidad, debían ocupar, desde los inicios y con buena lógica, unas áreas prioritarias de trabajo dentro del panorama de la colaboración humanitaria. A ellos, además, se han venido sumando progresivamente, desde el País Vasco, otros muy diversos programas de atención social en aras a intentar paliar una parte de las graves deficiencias y necesidades que circundan a la población saharaui. Y, en estas coordenadas, la Cultura también debía ocupar su plaza.
“Smeilat” (o colinas) de Gnefisat, en las cercanías de las montañas de Kidhiet Zug (Duguech).
Con este espíritu, desde 2005, se ponía en marcha una nueva experiencia de investigación científica y de cooperación humanitaria con el Sahara Occidental. Se trataba de un Proyecto de recuperación, estudio e interpretación del Patrimonio cultural del pasado del Sahara Occidental, conducido a través de un equipo de estudiosos saharauis y vascos, bajo la dirección de Andoni Sáenz de Buruaga, Profesor de Prehistoria de la UPV-EHU y Presidente de la Asociación Vasco-Saharaui de la Evolución Cultural.
El ensayo se iba a centrar geopolíticamente en el marco de los “territorios liberados” del Sahara Occidental: es decir, en el área situada al E del “muro defensivo marroquí” que gestiona la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). De una forma más precisa, el contexto de actuación quedaba circunscrito a la región meridional del Tiris, un vastísimo espacio de en torno a los 30.000 km², situado en el cuadrante suroriental del Sahara Occidental y que, en la práctica, viene a representar la mitad de la “zona libre”.
El propósito de la nueva experiencia era claro: contribuir solidariamente desde el control, el registro, el cuidado y el tratamiento del Patrimonio cultural al desarrollo intelectual y social de la comunidad saharaui. El valorar la Cultura asimismo como un vector eficiente más de cooperación humanitaria. Lo que supone, de hecho, aceptar que, además de con otros mecanismos, se puede y debe de trabajar con la Cultura como instrumento de cooperación social en situaciones de conflicto.
Perspectiva del espectacular abrigo de Lejuad I (Duguech).
Y es que, en nuestra opinión, esta implicación desde el Patrimonio cultural era la mejor y más oportuna apuesta que, en estos momentos, podíamos ofrecer a la sociedad del Sahara Occidental desde la investigación y el compromiso solidario en el campo de la Cultura del pasado. Y la razón era muy simple. El antiguo Patrimonio cultural del Sahara Occidental ocupa una franja de terreno muy “frágil”. Primero, por el particular contexto climático en que se inserta y la incidencia que sobre sus expresiones tienen aquí los agentes ambientales y atmosféricos. Segundo, por la negativa incidencia, desde hace unas décadas, de una agresiva globalización sobre algunos campos de la genuina cultura saharaui y la consecuente y acelerada liquidación del saber tradicional. Y tercero, porque el Sahara Occidental como entidad geopolítica no es un territorio conocido ni reconocido internacionalmente: lo que hace que su patrimonio se encuentre en una situación de indefinición, indefensión y desamparo internacional. Unas circunstancias que, en nuestro caso, como personas que formamos parte de las Ciencias de las Sociedades y las Culturas, nos parecen muy graves y nos generan una alta preocupación.
En consecuencia, con nuestra labor de recuperación patrimonial en el Sahara Occidental, por una parte, contribuíamos a la salvaguarda, custodia y socialización de una parte del Patrimonio de la Humanidad, y, por la otra, ayudábamos intelectual, social y políticamente al Pueblo Saharaui.
No hay duda, pues, de las sólidas razones y del innegable sentido que cumple la recuperación e investigación del Patrimonio cultural en el Sahara Occidental, como una expresión más de la solidaridad y cooperación humanitaria. Y tengamos bien presente que éste no es un problema que sólo compete a la sociedad saharaui, sino que, merced a su insegura exposición, a la alarmante degradación de los testimonios culturales, y al olvido e ignorancia de la comunidad internacional, nos implica a todos como contingente sustantivo del legado de la Humanidad.
Tras todos estos años de experiencia y merced a los resultados logrados, creemos que afortunadamente hemos sabido conciliar la investigación científica con la cooperación social y humanitaria desde la preocupación, la valía y la significación del Patrimonio cultural. Y, a juzgar por las expresiones y valoraciones que nos hacen las autoridades saharauis de ello, creemos asimismo en la utilidad de nuestro esfuerzo para la defensa y la difusión internacional de la justa causa del Sahara Occidental.
Una tarea, pues, que por una diversidad de razones científicas, patrimoniales, sociales y políticas, y los estímulos de ello derivados, deberemos proseguir en el futuro, tal y como abundaremos y defenderemos en líneas ulteriores.
Monumentos con frente esteliforme en las cercanías de la sebja de Oum Duayat (Agüenit).
De común acuerdo con el Ministerio de Cultura de la RASD, 2 han sido los propósitos esenciales que, desde 2005, han venido orientando a lo largo de esta década la dinámica operativa de nuestro Proyecto «Recuperación, conservación y estudio científico del patrimonio arqueológico, medioambiental y cultural del Sahara Occidental», centrado en la región “liberada” del Tiris:
En coherencia con ello, nuestra labor ha estado dirigida, por una parte, al control y registro de la pluralidad de expresiones del antiguo Patrimonio cultural, y, por otra, a la valoración relativa de esas expresiones y a la difusión científica y social de esos documentos y de sus enseñanzas.
En este sentido, 3 han sido las vías prioritarias de actuación sobre el terreno:
Una serie de ficheros analíticos de cada uno de esos temas canalizan, en consecuencia, las tareas realizadas sobre el terreno, como primer paso en la dinámica del conocimiento. A ello, sigue la redacción de libros y artículos de investigación y divulgación social en los que se tratan y comunican esos testimonios y experiencias.
Y, en todo este proceso sobre el terreno, hemos de remarcar que nuestra labor sobre el Patrimonio cultural ha incidido en la pluralidad de sus expresiones. Es decir, nuestra praxis no ha estado focalizada y limitada a un solo sujeto de estudio de nuestra apetencia: como, por ejemplo, el más que atractivo y habitual tema del “arte rupestre prehistórico” sahariano —que ha constituido un habitual exceso de tratamiento asociado a la perspectiva investigadora eurocéntrica—, o los espectaculares monumentos funerarios, o los antiquísimos testimonios industriales del pasado humano, etc.
Uno de los túmulos emplazados en torno al perímetro de la sebja de Admar (Agüenit).
Significa ello que no nos hemos limitado a una faceta concreta de las sociedades del pasado. En nuestro caso, hemos partido con la pretensión de aproximarnos a la pluralidad de los comportamientos que son propios a las sociedades: a sus actividades socioeconómicas, recursos tecnológicos e industriales, fórmulas sepulcrales, manifestaciones simbólicas y rituales, etc. Nuestro enfoque sobre el Patrimonio cultural ha sido integral e integrador.
Intentamos conocer a las sociedades a partir de la multiplicidad de sus genuinas expresiones, y de los mecanismos naturales (climáticos, geográficos, etc.) que orientan, adaptativa y evolutivamente, a esos colectivos humanos: indagar cómo se han desarrollado las dinámicas sociales en el pasado, con sus transformaciones cualitativas en el tiempo y en el espacio, y cuál ha sido la incidencia de los ecosistemas ambientales en esos procesos. Por consiguiente, tejemos los mimbres de base para facilitar esa aproximación intelectual interdependiente.
Además, junto a este afán de conocimiento científico, nuestro deber era asimismo poner a disposición de la sociedad saharaui y de la comunidad internacional la variabilidad de gestos y expresiones contenidos en esos testimonios del pasado. Por ello, hemos mirado más a la sociedad que a nuestras apetencias y deseos particulares como investigadores: lo que ha conllevado priorizar nuestro esfuerzo hacia el bien social, desde el rigor científico, en detrimento de nuestros particulares campos de investigación y estudio.
Y bajo este prisma de compromiso social, además del empeño por transmitir y difundir las enseñanzas y avances experimentados, se encuentra ineludiblemente el deber de procurar una formación técnica especializada en las técnicas de investigación de campo y en la gestión del Patrimonio cultural a los cuadros saharauis que con nosotros vienen regularmente instruyéndose. Por ello, una de las piezas clave en la conformación y desarrollo de este Proyecto ha sido, desde su inicio, la creación de un equipo conjunto vasco-saharaui, concebido de la forma más equitativa posible y mirando siempre al Sahara Occidental, pues, al fin y al cabo, son ellos los que en el futuro deberán saber gestionar su legado cultural.
Entre 2005 y 2015, hemos participado directamente en los equipos de investigación de campo en el desierto un total de 35 personas, de las que 23 son saharauis y 12 son vascos, y varios de los cuales han venido reiteradamente formando parte de misiones exploratorias durante muchos años. Además, hay que señalar que se cuenta con un grupo de investigadores internaciones, especialistas en diversas áreas temáticas de la cultura, arqueología, geografía y medioambiente saharianos, que actúan como asesores en los diversos campos de análisis y estudio que abordamos.
Monumento tumular “gigante” de Azefal-9/1, en la mitad septentrional de la parte saharaui del campo de dunas de Azefal. (Para tener una idea de su envergadura, reténgase que el punto más oscuro situado bajo la mayor de las estructuras pétreas corresponde a un dromedario).
De 2005 a 2015, un total de 21 expediciones de estudio e investigación se han llevado a cabo en el Occidente sahariano: 20 en el Sahara Occidental y 1 en Mauritania. De ellas, 11 se han destinado a la investigación arqueológica y paleoclimática, 8 a la recuperación oral de la cultura beduina, y 2 a la práctica etno-antropológica de la “observación participante” o de convivencia con los grupos nómadas.
En términos generales, el equipo de trabajo e investigación viene a estar compuesto por 8-9 personas, a las que se suman habitualmente otras 3 más en tareas de seguridad y escolta: lo que totaliza los 11-12 integrantes en cada misión.
Finalmente, la duración media de las mismas es de 1 mes, y su recorrido oscila normalmente entre los 3.000 y 3.500 km por campaña, en los que se transita por tierras del Sahara Occidental, Mauritania y Argelia.
Estos años de investigaciones han procurado un conocimiento relativamente aceptable de la configuración del espacio que analizamos: lo que, de una u otra manera, avala la representatividad y pertinencia del muestreo de gestos culturales controlados. No obstante, queda todavía una labor de considerable envergadura por realizar, pues restan aún importante áreas geográficas por inspeccionar y, además, algunas de las hasta ahora reconocidas, por diversas razones, se han efectuado de una manera superficial y requieren de una mayor profundización en su tratamiento.
Piénsese y contémplese, por otra parte, que nuestro marco de actuación se encuentra inmerso en un conflicto bélico y que el reconocimiento de algunas partes puede verse sustancialmente restringido o limitado por estrategias particulares de las 3 Regiones militares del Tiris —de N a S, las de Mijek, Agüenit y Duguech— que recorremos, y, sin duda alguna, por la presencia del “muro defensivo marroquí”, así como por los campos de minas vinculados al conflicto armado.
Antropomorfos y zoomorfos varios, en pintura roja y blanca, se concentran en el panel central del abrigo artístico de Legteitira 5 (Agüenit).
Al margen de todo esto, hay que incidir en que el trabajo en un contexto como el que desarrollamos en el Tiris, alejado unos 1.000 km al S de los Campamentos de Tindouf (Argelia) —el núcleo urbano de referencia esencial y avituallamiento básico—, con el soporte de una infraestructura mínima, muy deteriorada y obsoleta, se acompaña, por definición, de otras importantes dificultades y limitaciones en las actuaciones de campo y en el desarrollo de los programas planteados: por lo que, en pocas palabras, aquí no tenemos duda que, hasta el momento, ha sido más que conveniente priorizar la recuperación máxima de datos en el menor tiempo posible. Con esta premisa nos hemos conducido.
Veamos ahora, brevemente, algunos de las aportaciones más relevantes de cada una de esas 3 líneas de investigación a que hemos hecho referencia.
La Arqueología constituye una de las vías de análisis más desarrollada sobre el terreno y, en consecuencia, aporta un efectivo muy considerable y consistente de datos científicos.
Antes de nada conviene precisar e incidir en que nuestra labor ha estado centrada estrictamente en la prospección superficial, llevada a cabo de forma sistemática y metódica. Por ello, en esta etapa del programa de investigación en que nos encontramos, no hemos procedido a prácticas agresivas sobre el subsuelo o a la profundización sobre el componente de los sitios, a través de sondeos estratigráficos, excavaciones arqueológicas o estudios temáticos especializados. Esperamos para ello a una fase ulterior del proceso de investigación: en forma de nuevo marco o de dotación de infraestructuras elementales que procuren unas garantías mínimas respecto a la extracción, conservación, el tratamiento y el estudio de los datos recuperados.
Con todo, los resultados en este campo de la investigación patrimonial han sido francamente espectaculares.
Por definición, la riqueza y la variedad de los yacimientos arqueológicos constituyen el mejor testimonio de la disponibilidad del medio y de su sostenibilidad en recursos de subsistencia. Y, en nuestro caso no hay duda de ello. Las referencias controladas entre 2005 y 2015 han sido muy numerosas y diversificadas en forma, función y cronología. En concreto, hablamos de 1.013 situaciones arqueológicas inventariadas y más de 6.000 monumentos arquitectónicos, funerarios y rituales, reconocidos.
Escena de caza que enfrenta a una elefante y un arquero en el abrigo artístico de Eij IV (Duguech).
Estas expresiones arqueológicas se han distribuido tipológicamente en 5 grandes categorías que, de mayor a menor en número de efectivos, se identifican como:
La mayor parte de los descubrimientos son asimilados con yacimientos y situaciones prehistóricas del Holoceno, especialmente concentrados entre el VIII y el III milenio B.P., coincidiendo con el desarrollo de las sociedades neolíticas y protoberéberes. Por su parte, los testimonios paleolíticos —que superan los 50 conjuntos industriales— resultan lógicamente mucho más restringidos y escuetos. Sin embargo, hay que decir que entre ellos se cuenta con importantes referencias cuantitativas y cualitativas propias de algunas etapas del Pleistoceno. Especialmente, de los tecno-complejos del Paleolítico inferior durante diversas fases del Pleistoceno medio (ca. 780.000-128.000 B.P.) —en concreto, del Achelense medio y superior— y, más secundariamente, del Pleistoceno superior (ca. 128.000-11.500 B.P.) —durante el Musteriense y Ateriense.
Con todo, si hubiera que hacer alusión a algunos de los ejemplos arqueológicos más ilustrativos y remarcables por su importancia y relevancia a efectos fundamentalmente cualitativos entre esa ingente cantidad de referencias arqueológicas descubiertas, cuando menos, debieran citarse:
1) Las riquísimas series industriales de algunas fases avanzadas del Achelense medio (ca. 500.000-400.000 B.P.) y del Achelense superior (ca. 400.000-300.000 B.P.) del Occidente del Sahara, localizadas en sitios como Agsumal o Tagsumalt, en el sector septentrional de nuestra área de trabajo.
Y, de la misma suerte, la definición de un complejo morfo-técnico achelense singular, caracterizado esencialmente por sus tipos “macrolíticos”, documentado mayormente en el marco más meridional del Tiris, e identificado en lugares como Gnefisa Oum Agraid, Sebja Zug, Dhâya Agasal, etc.
Grabados esquemáticos de dos bovinos con los cuernos hacia adelante en uno de los bloques de la estación rupestre al aire libre de Sebja Zug NW-2 (Duguech).
2) Los hábitats o poblados de tradición neolítica, especialmente numerosos y ricos en el contexto particular del campo de dunas del Azefal, en el extremo SE de nuestra región. Unos lugares de habitación cuyo desarrollo más prolífico tiende a centrarse entre finales del VII milenio y finales del IV milenio B.P.
Los hallazgos aquí son de tal calidad que, en muchas ocasiones, se tiene la imagen de encontrarse uno delante de una fotografía del estado en que quedaron abandonados esos restos hace miles de años. Lógicamente, de aquellas evidencias (líticas, cerámicas, etc.) que han prevalecido al paso del tiempo, y de la que faltarían las materias orgánicas con las que se habrían ejecutado viviendas, variados instrumentos de uso cotidiano, vestimentas, etc.
3) El importantísimo número de monumentos arquitectónicos descubiertos —con más de 6.000 ejemplares— y su amplia diversidad morfológica (túmulos hemisféricos simples y aplanados, troncocónicos, con cráter, en creciente, monumentos con frente esteliforme, plataformas tumulares, monumentos con antenas, estructuras de alineamiento, monumentos circulares, “bazinas”, “goulets”, “corbeilles”, etc).
Unas construcciones arquitectónicas que, en una gran parte de los casos, deben asociarse con prácticas funerarias, y que culturalmente participan del ambiente de las tradiciones neolítica y protoberéber, desde, al menos, finales del VII milenio B.P. hasta el inicio de la etapa histórica.
Espirales y círculos concéntricos grabados por piqueteado en la estación rupestre al aire libre de Arakim Âajen (Agüenit).
4) El descubrimiento y la definición de una facies singular de túmulos “gigantes” en el marco geográfico del Azefal y del sector meridional del Tiris. Se trata de una serie de monumentos tumulares que por su envergadura resulta única, por el momento, en el Occidente del Sahara.
Como ejemplo más ilustrativo de esta serie hay que citar al denominado como “Túmulo Azefal-9/1”: una estructura pareada de más de 5.500 m² de superficie, de cerca de 4.500 m³ de volumen, y compuesta por más de 11.500 Tn de bloques graníticos.
5) El hallazgo de uno de los monumentos líticos “aplanados” más grandes que se conocen en el Occidente sahariano. Se trata de un túmulo en creciente, localizado en la zona de Eij (Duguech), cuyo trazado perimétrico se acerca a los 835 m.
6) El rico patrimonio en expresiones artísticas rupestres documentadas en las tierras del Tiris, especialmente en su mitad meridional. Y es que, hasta 2005, se conocían en nuestro marco de trabajo un total de 21 estaciones artísticas, alcanzándose en 2015 la cifra de 111. Un conjunto en el que se incluyen varios millares de pinturas y grabados realizados sobre abrigos rupestres y sobre bloques rocosos al aire libre. Por su alta densidad, el área de Lejuad (Duguech) constituye, sin duda, uno de los espacios más ricos en estas producciones artísticas.
Culturalmente, una parte de ellas se relaciona con la tradición “bovidiense” neolítica, y hay asimismo un muy importante componente de las antiguas iconografías propias de la tradición artística “líbico-beréber”.
Toma de muestras en la superficie del depósito de travertino correspondiente un antiguo fondo de lago holoceno del entorno de la sebja de Lemelha, en el erg de Azefal, en el extremo más al SE del Sahara Occidental.
Contamos con el hallazgo de en torno a un centenar de registros y pruebas ambientales del pasado climático del Tiris. En la mayor parte de los casos corresponden a contextos hidrográficos, documentados esencialmente por formaciones de travertinos lacustres y por depósitos fluviales, que se han conservado, de forma residual, en los márgenes de algunas sebjas.
Se trata de documentos de muy alta importancia para acceder al conocimiento de las variaciones y cambios climáticos en la historia del Sahara: especialmente, entre el comienzo del Holoceno (ca. 11.500 B.P.) y la instalación definitiva del episodio árido reciente sahariano (ca. 3.000 B.P.).
De esta suerte, podemos afirmar que controlamos diferentes eventos climáticos húmedos de la Prehistoria del Holoceno en el Sahara Occidental: uno primero, coincidiendo con los inicios del pluvial holoceno, en torno a 11.200 B.P.; uno segundo, datado en torno a 8.500 B.P.; uno tercero, de en torno a 6.000 B.P.; y, uno cuarto, próximo a 4.000 B.P.
Sondeo estratigráfico en una antigua duna fósil, de probable cronología pleistocena, en el área de Lâarig (Mijek).
Además de estas pruebas relacionadas directamente con las consecuencias climáticas, poseemos asimismo otras referencias indirectas que nos posibilitan entrever unos marcos ambientales diferentes —en los que la humedad sería más notoria— al que actualmente impera en el Sahara. Entre estos, hay que señalar las representaciones pintadas y grabadas de ciertos animales salvajes (como jirafas y elefantes) y domésticos (como bovinos), que traducirían unos biotopos vegetativamente más desarrollados e importantes.
Y, además de las imágenes del arte rupestre prehistórico y de los numerosísimos yacimientos y lugares de habitación documentados, que justificarían asimismo la presencia de unos ecosistemas capaces de soportar a importantes poblaciones que, en muchos casos, podrían ser de hábitos próximos a los sedentarios o semi-sedentarios, hay también algunos hallazgos de restos de animales que no se corresponden con el ambiente sahariano en que se han encontrado: como algunos molares de elefante localizados en el entorno de la sebja de Zug, o varios caparazones de la tortuga gigante africana descubiertos en el interior del campo de dunas de Azefal que, en este particular caso, además de ilustrarnos de una parte de la dieta de los antiguos grupos humanos del Neolítico final, probablemente en el IV milenio B.P., nos aproximan a un ambiente climático de tipo más “saheliano” y que hoy pudiera acercarse al que se disfruta en el sector meridional de Mauritania, próximo ya al río Senegal, a más de 500 km del lugar de los hallazgos.
Con todo, podemos pensar que en algunos de esos episodios húmedos más activos e intensos, las condiciones ambientales bien pudieron impulsar el desarrollo de un ecosistema de sabana subtropical húmeda o, en su tramo más inferior, de densa estepa de gramíneas. Y, en momentos precisos, la organización, composición y amplitud de la cubierta vegetal debió de ser suficientemente importante para mantener y asegurar la supervivencia de grandes mamíferos, extraordinarios consumidores herbívoros: como elefantes, rinocerontes, búfalos, bueyes salvajes, grandes antílopes, etc. Una comunidad vegetal y animal, de rango climático tropical, en el que no faltarían asimismo habituales carnívoros, como el león, la hiena o el chacal, y otras variadas especies animales como facóceros, cocodrilos, tortugas, serpientes, etc.
Limpieza de un antiguo enterramiento sobre la superficie de una “smeila” (o colina) en el área dunar de Azefal-18.
El control, así pues, de esos testimonios paleoclimáticos nos aporta una perspectiva novedosa de la Geografía del Tiris en el tiempo y nos posibilita entender el porqué, en otro momento, un territorio extremadamente árido, como hoy éste, fue notablemente transitado y ocupado por los grupos humanos del pasado, merced a su potencialidad y solvencia en recursos bióticos y abióticos suficientemente atractivos para la subsistencia.
Por otra parte, además de estos indicadores climáticos de episodios húmedos de los últimos 11.500 años, disponemos también de pruebas sedimentarias de otros episodios áridos o desérticos anteriores a ese momento: es decir, testimonios de otro Sahara más antiguo, del Pleistoceno, que ciertamente llegó a ser más intenso y extenso que el que hoy conocemos, superándose en más de 500 km lineales sus límites meridionales y en más de 2,5 millones de km² de superficie.
Y es que muy probablemente, de cronología del Pleistoceno final pudieran datar los depósitos de dunas fósiles que hemos identificado en algunas áreas del Tiris, y cuya formación acaso pudiera situarse en torno a 20.500-16.500 B.P., coincidiendo con el tramo más extremo y riguroso del hiperárido Ogoliense (ca. 22.000-12.000 B.P.).
Proceso de la entrevista efectuada al beduino Mustafa ould Musa ould Mboirik, el 28 de Septiembre de 2013, en las inmediaciones de Oued Noss (Mijek).
El particular marco sahariano del Tiris y de su tradicional forma de poblamiento nos incitó a desarrollar un atractivo programa de investigación etno-antropológica a través de los habitantes originarios tradicionales del territorio: los beduinos o pastores nómadas.
Dos han sido las exigencias prioritarias que nos hemos trazado con esta vía de estudio:
Para una aproximación coherente a estos propósitos, se han acometido 2 vías de investigación sobre el terreno:
1.- Entrevistas etno-antropológicas
Planteadas a personas de edad —con preferencia, al menos de 60 años— que se expresan en “hassanía”, o variante dialectal del árabe singular del Occidente sahariano.
Entrevista a Aleua mint Ahmed ould Omar, el 6 de Octubre de 2013, en un punto de la planicie de El Ourrachiim (Agüenit).
De cara a su realización, se cuenta con la ayuda de un intérprete oriundo que traduce al entrevistado las cuestiones en su lengua vernácula y simultáneamente nos transmite sus comentarios, posibilitándonos así el diálogo y la profundización en las cuestiones.
El protocolo de actuación de las entrevistas conlleva, además: la grabación íntegra en audio de la interviú, y diversas tomas fotográficas y filmaciones de algunos tramos de la misma, así como del contexto geográfico y humano en que se desarrolla.
Los temas que se plantean tienen que ver con la forma de vida de los nómadas y sus plurales expresiones culturales, tocándose un notable número de sujetos de interés: p. e., la formulación del espacio de referencia, los medios de subsistencia y focos de avituallamiento, los instrumentos y elementos utilitarios de la cultura material, las prácticas socioeconómicas, los recursos medicinales, las creaciones del imaginario bajo la forma de relatos fantásticos y personajes mitológicos primitivos, el mundo de las antiguas creencias y supersticiones, etc.
Entre 2008, en que se comienza de forma regular con esta práctica de investigación y registro de la oralidad, y el año 2015, se han realizado 213 entrevistas a 222 personas. De ellas, 183 han tenido lugar en diferentes marcos saharauis —de los “territorios liberados” del Tiris y del Zemmur (Sahara Occidental), y de los Campamentos de Refugiados de Tindouf (Argelia)— y 30 se han efectuado en Mauritania, que participa de la misma cultura “bidán”. El total de horas de diálogos grabadas en estas experiencias supera las 520.
Entrevista a Salma mint Ahmed ould Abbah Jalifa, en el entorno de Tifariti (Zemmur), el 4 de Octubre de 2012.
2.- Observación participante
De forma complementaria, en 2010 y 2011, se llevaron a cabo algunas prácticas de convivencia con colectivos de beduinos, de cara a obtener una aproximación realista a la forma de vida nómada: un instrumento de estudio antropológico que se conoce como “observación participante”.
Metodológicamente, creímos que era necesaria la contrastación y verificación de ciertas informaciones derivadas de las entrevistas y, en definitiva, de los propósitos generales que en el campo de la etno-antropológico nos habíamos marcado. Esta fórmula de estudio suponía, en consecuencia, una exigencia de método en nuestro proyecto de investigación de la cultura beduina. Al lado de las enseñanzas procuradas desde la memoria y el recuerdo de los mayores, era necesario añadir las informaciones derivadas de nuestra propia observación directa de la realidad.
En los citados años 2010 y 2011, se compartieron estancias de estudio con 4 familias nómadas en el Tiris saharaui: la de Ouadad ould Seiluka ould Sidahmed, la de Ahmed Rajel ould El Bujari ould Hamad, la de Abdaua ould Efuchal, y la de Omar “Srey” ould Mahmud ould Hueida.
Entrevista al beduino Chej Mohamed Molud ould Salek ould Azman el 26 de Septiembre de 2009 en la planicie de Galb Lebâair (Duguech).
Lamentablemente, a partir de 2012 nos vimos obligados a interrumpir esta vía de estudio debido al incremento de la inestabilidad política en la región y falta de seguridad para poder llevar a cabo el programa. Desde entonces, no nos ha sido posible continuar con la previsión y el planteamiento teórico que habíamos trazado en este particular campo.
Con todo, hay que remarcar que toda esa labor de registro de la memoria histórica de la tradicional cultura saharaui beduina, que hemos venido desarrollando a través de las entrevistas etno-antropológicas, constituye una contribución intelectual esencial desde el conocimiento y la información aportada por sus propios protagonistas, los pastores nómadas.
Se trata, en toda regla, de un deber ineludible con el Patrimonio cultural saharaui y, al mismo tiempo, de una responsabilidad social y científica con el Patrimonio de la Humanidad. Pues, hay que tener bien presente que los “archivos vivos del pasado” que estamos registrando supondrán, en el futuro, un material documental fundamental y de primera magnitud para todos aquellos que quieran aproximarse al conocimiento de la antigua cultura saharaui y, por extensión, del Occidente del Sahara, y a los que, más especializadamente, deseen profundizar en el estudio, la investigación y la comprensión de los comportamientos y respuestas de subsistencia de las poblaciones nómadas saharianas.
Dromedarios abrevando de un pozo de Duguech.
Además de esas vías de investigación y registro del Patrimonio cultural y de los resultados científicos a que venimos de aludir, hay lógicamente junto a ello una serie de aportaciones de orden social, orientadas sustancialmente a la mejora humana e intelectual de la sociedad saharaui y al ensayo de instrumentos que impulsen y favorezcan la implicación, la estimulación y el progreso de ese colectivo.
De esta suerte, por un parte, se ha cuidado la labor de transmisión y difusión didáctica del conocimiento, a través de la confección de monografías, artículos de investigación y difusión social, conferencias y seminarios, mesas redondas, entrevistas, etc. En este sentido, son ya 4 los libros editados en esta década y superan en 30 los artículos de investigación y divulgación publicados. Y en este material documental se ha cuidado y compaginado el rigor científico, la utilidad a la sociedad saharaui y la difusión internacional del Sahara Occidental.
Por otra parte, otra de las implicaciones sociales de este Proyecto, tal como ya hemos adelantado, se centra en la formación técnica especializada en el Patrimonio cultural a los ciudadanos saharauis que, por decisión del Ministerio de Cultura de la RASD, se integran en nuestras campañas de estudio sobre el terreno: con el objeto de conocer las técnicas de investigación arqueológica, paleoclimática y etno-antropológica, y los mecanismos de gestión de los datos y testimonios que conforman la pluralidad del Patrimonio cultural del pasado del Sahara Occidental.
Transmitir y formar han sido unos objetivos convergentes con los propiamente científicos y patrimoniales en nuestro Proyecto.
Con todo, pensamos que lo que estamos aportando a la sociedad saharaui son, en definitiva, las bases humanas y documentales esenciales para la gestión futura de su antiguo Patrimonio cultural y, así como nos lo han hecho saber reiteradamente sus dirigentes políticos, una serie de argumentos de peso para la difusión y defensa de su causa.
Una “jaima” en la planicie de Tuizerfatn (Agüenit).
Y, por último, con nuestra labor en el Tiris, hemos conseguido asimismo poner en valor la riqueza y valía cultural de un territorio científicamente desconocido. Y ello se ha realizado a partir de un excepcional aporte de pruebas cuantitativas y cualitativas tangibles recuperadas en las diferentes misiones exploratorias. Un logro del que vivamente nos congratulamos: por la significación científica de los testimonios registrados, y sus implicaciones en la orientación futura de la dinámica investigadora; por su trascendencia social, y su incidencia en una adecuada organización y administración por los responsables patrimoniales de la República saharaui; y, por lo que supone de sostén, de referencia objetiva, de llamada internacional de un contexto ignorado, olvidado, como es el Sahara Occidental, desde la magnitud de su extraordinaria Cultura.
Ciertamente, el Tiris ha pasado de ser un contexto geográfico científicamente desconocido a convertirse en una referencia ineludible y de primer orden en la Cultura del pasado en el NW de África.
No hay duda que con el trayecto recorrido durante estos años hemos avanzado sustancialmente y comenzado a ver más claro en algunas cuestiones. Mas, hemos de reconocer que aún queda mucha, mucha labor por hacer en la búsqueda y tratamiento científicos del antiguo Patrimonio cultural del Sahara Occidental, y en la proyección social de esta experiencia.
Esto no es una aseveración gratuita o subrepticiamente interesada, sino una reflexión coherente del real. Sin riesgo de exageración, las deficiencias, vacíos de conocimiento, actuaciones analíticas elementales a realizar, etc. configuran una empresa abrumadora. Una impresión que, ciertamente, la revierte en atractiva y más que necesaria.
La implicación y sostén de los Gobiernos Vasco y Saharaui ha sido determinante en esta labor: posibilitando materialmente y facilitando territorialmente la intensidad con que se han llevado las labores de campo. Y, de igual manera, la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) nos ha permitido particularmente implicarnos con exclusividad en esta experiencia científica y solidaria.
Refugio de pastores, o “tikit”, construido junto a un pozo abierto en el reborde de la sebja de Enfaj (Duguech).
Con esta tarea investigadora y humanitaria desde la Cultura en el Sahara Occidental, hemos puesto de manifiesto:
Por ello, esta experiencia sahariana que venimos desarrollando constituye un programa pionero internacionalmente, sin otro parecido en el Occidente del Sahara, y que se erige como referencia obligada de futuro para la atención y el cuidado del Patrimonio cultural de la Humanidad en países desfavorecidos. No creemos equivocarnos si afirmamos que el ensayo que desarrollamos es el programa de recuperación patrimonial más importante y ambicioso, por sus plurales vías de actuación, que se ha realizado en toda la historia del Sahara Occidental.
A pesar de ello, a pesar del ingente trabajo realizado, a pesar de extraordinario potencial de informaciones y enseñanzas recabadas, nuestro Proyecto se ha venido acompañando, en una gran medida, por dos grandes estigmas que, con cierta frecuencia, se suman a muchas actuaciones sistemáticas y rigurosas en las Ciencias humanas y sociales: el déficit de conocimiento, es decir, de difusión, y de reconocimiento, entendiéndolo como de carencia de una evaluación y valoración justas de la labor acometida. Algo que profundamente hemos de lamentar.
No obstante, frente a esta sombría parte de la realidad, tenemos claro que debemos proseguir en el futuro con nuestra misión en el Sahara Occidental:
Dejando ahora de lado las diferentes líneas estratégicas sobre las que pudieran y debieran plantearse nuestras actuaciones futuras en las tierras saharianas, queremos concluir llamando la atención —aunque lo sea muy brevemente— en un aspecto que nos suscita una profunda inquietud y que entendemos como de alta prioridad su tratamiento: la situación del Patrimonio cultural y nuestra responsabilidad en su preservación.
El Patrimonio cultural del pasado saharaui, como decíamos, vive una situación muy delicada y de alto riesgo. En él confluye una pluralidad de adversidades reiterativas que hacen verdaderamente de él un problema estructural. Entre estas deficiencias y anomalías habría que recordar, al menos: el endeble estado general de conservación, con una marcada degradación progresiva de las evidencias, y la falta de medidas preventivas y paliativas; la vulnerabilidad de las expresiones y testimonios del pasado: expuestos abiertamente a prácticas indiscriminadas de expolio y pillaje; la situación de peligro que conlleva el marco bélico latente en que se encuentra el “conflicto del Sahara Occidental”; la falta de tratamiento elemental de los bienes registrados: inventarios de materiales, valoración del arte rupestre, protección de monumentos líticos, etc.; la carencia absoluta de un marco elemental en el que se asegure debidamente el depósito de los testimonios recuperados —que, en forma de muestras selectivas, deben de aproximarse a las 100.000 evidencias— y que potencialmente pudiera obrar como núcleo motor de la gestión de los bienes patrimoniales: y que, bajo nuestra perspectiva y la de los responsables políticos saharauis, debiera materializarse en nuestra reiterada (y frustrada) reivindicación de un «Centro de Estudios Culturales del Tiris y del Occidente del Sahara»; la falta de una infraestructura básica, con el mínimo de dotaciones imprescindibles, bajo tutela de las autoridades de la República saharaui; etc.
Paisaje del Tiris meridional desde uno de los abrigos de Eij (Duguech).
Después de esta exposición, en nuestra opinión, por una parte, hay una necesidad de informar y dar a conocer esta realidad en marcos internacionales apropiados, es decir, competentes en la significación de los bienes patrimoniales: como, sin lugar a dudas, correspondería, en primera persona, a la Unesco. Y, por otra parte, resulta apremiante, el impulsar y abordar institucionalmente un debate para valorar la situación del Patrimonio cultural saharaui, y estudiar y proponer las medidas más eficaces para, cuando menos, intentar frenar su deterioro y garantizar su conservación.
Si creemos en la valía del legado cultural, y asumimos nuestra responsabilidad en la defensa y salvaguarda de los bienes y expresiones de nuestro pasado intelectual, la implicación de los organismos internacionales en la “cuestión patrimonial” del Sahara Occidental no debiera demorarse más.
En varias ocasiones, a lo largo de este artículo, hemos hecho referencia —e, insistentemente, de forma deliberada— a la asociación del legado cultural saharaui con el Patrimonio de la Humanidad. Ciertamente, uno y otro son sujetos indisociables e interdependientes. Y este es el marco estructural en el que se ha forjado y venido fundamentando, en estos años, nuestra conciencia científica y solidaria de trabajo en el Sahara Occidental. Confiemos en que el futuro inmediato aporte nuevos aires (y esperanzas) al magnífico Patrimonio cultural del Sahara Occidental.
Antes de finalizar, y en atención al lector interesado, una perspectiva más completa y actualizada de nuestra labor durante estos años en el Occidente sahariano puede obtenerse a través de la consulta de la página web de la Asociación Vasco-Saharaui de la Evolución Cultural: http://www.kultursahar.org.
Agradecimientos
Por una parte, a las diferentes instituciones del País Vasco que durante todos estos años han venido sosteniendo este Proyecto: al Departamento de Educación, Política Lingüística y Cultura del Gobierno Vasco y a la Universidad del País Vasco (UPV-EHU). Por otra, a las autoridades de la RASD implicadas en este Proyecto (Ministerio de Cultura, Dirección Nacional de Protocolo) y al Frente Polisario por su cobertura en los “territorios liberados” del Sahara Occidental. Y, finalmente, al Pueblo Saharaui por sus firmes muestras de simpatía, cariño y comprensión con nuestra tarea.
Foto portada.- Montañas de Lejuad, al S del Tiris saharaui.
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